Empiezo la crónica de la Maratón de Sevilla un poco antes de la propia Maratón, porque para mí la Maratón ha sido la culminación de una serie de entrenos con los amigos corredores. En especial los primeros entrenos del año con Chema y con Rubén que iban camino de su Maratón valenciana, y después de los compis Sera y Kike con los que hice la mayoría de los entrenos pero sin olvidar al señor Martinez, a Meme-Man (más conocido en su casa por Diego), a Marcos con sus tertulias futbolísticas, a Fernando con el que coincidí al final, a Jasi y sus geniales ocurrencias, a Rober y sus mallas de comecocos, a la única mujer de los entrenos, Terecientos, y a todos con los que suelo coincidir esporádicamente por mis horarios de entreno en la casa de Campo y que dan esa nota de color y ánimo a los entrenamientos. Por supuesto nota especial a los que nos acompañaron y animaron en Sevilla. Va por todos vosotros¡¡¡
Lo principal fue que tenía tres objetivos y a mí se me cumplieron de sobra, a saber: reducción de peso, dominar la carrera y de paso mejorar el tiempo respecto al año pasado. Pero cómo le dije al Mister Luismi recién acabada la carrera, lo mejor de todo es que me he quedado con ganas de más. De entrenar más, de entrenar más fuerte, de hacer más carreras y de seguir mejorando y pasándomelo bien.
La carrera en sí comenzó en el tren. Nos juntamos una banda en el tren de ida a Sevilla y empezamos a calentar motores en la estación. Viaje comedido en el que tuve que hacer de tripas corazón y no irme a tomar unas cervezas con los compis al vagón restaurante. Fui bueno y me quedé tranquilo en el sitio. Por la noche quedamos la banda ferroviaria y las bandas que habían ido en coche y nos fuimos todos a cenar. Y lo mismo, fui bueno y pronto a la cama. El Sábado por la mañana lo dedicamos a ir a la Feria del corredor. Mucha gente que hace que se pase la mañana en un periquete, pero no me llama la atención nada de lo que veo. Excepto una cosa, nuestro gran compañero César, al que había visto poco más de una o dos veces en un año y en este Sábado vi tres veces. La primera en la entrada de la Feria del corredor, y más que verle le reconozco por su tono de voz inconfundible. La comida la hacemos todos juntos, pero los maratonianos nos ponemos en una mesa aparte para ver si nos pueden servir antes e irnos a echar un rato. Y en mitad de la comida vuelve el gran César. Estábamos en el mismo restaurante y en el mismo apartado¡¡¡Increíble¡¡¡¡.
Siestecita de rigor y paseo por el centro histórico de Sevilla, y al entrar en la Plaza de España….¿A que no adivinan quién estaba??, pues si, el gran César. El día concluye pidiendo unas pizzas ya que se nos ha hecho tarde y no nos atienden en ningún restaurante. Pero la cena en la terraza de la casa y echando unas risas nos carga las pilas. Ánimo a tope. Se nos ha hecho un poco tarde, cada uno a su habitación de manera precipitada. Preparo las cosas y últimos ajustes antes de dormir. Los isquios están cargados y el dolor del pie izquierdo ha vuelto y no parece que se vaya a pasar. Un masaje y a dormir. No extraño la cama y duermo bien. Madrugón para empezar la fiesta sevillana. Salimos y la primera tarea es buscar un taxi. Entre los que acaban la fiesta nocturna y los que intentamos llegar al Maratón no hay taxis. Los nervios afloran y ya voy tomando nota para siguientes carreras. Hemos ido tarde a todo, a la cena, a la carrera. Conseguimos un taxi en un brillante sprint cruzando la calle cuando Tere nos avisa y lo está parando ya. Camino a la salida me animo en conversar con el supuesto amigo de super-Jasi. En un momento que el va sacando dinero para pagar me dice Marcos que se nos ha colado en el taxi y que no le conocemos de nada. Estamos a punto de llegar a la Cartuja y estamos con una indignación que nos distrae de nuestro objetivo. Pero ya estamos en la Cartuja y vamos a los guardarropas.
Como hemos llegado con poco tiempo no calentamos ni estiramos. Sera y yo nos vamos a nuestro cajón. De Rober, el tercer componente de esta carrera no sabemos nada. Ya le veremos que la carrera es larga. Pero seguimos sin calentar y ya estamos posicionados en el cajón. Definitivamente no hay calentamiento ni estiramientos. Cómo es una carrera larga no tiene tanta importancia como en una corta, pero entono el mea culpa. En mi caso, el estirar es imperativo y más llevando los isquios como los llevaba. Salimos y voy controlando de cerca los tiempos, tanto los isquios como la planta del pie están dando mucha guerra y le digo a Sera que ya me entonaré con el paso de los kilómetros y podremos ir más alegres. Así que la táctica escogida fue la de recoger los muebles desde el inicio. Cuando se me fuesen los dolores la carrera cambiaría, o no.
Voy notando que Sera va sobrado desde el inicio, casi siempre por debajo del 4:30 que nos hemos marcado, aunque como es el instantáneo no me preocupa, se que luego la media es ligeramente superior y si estará alrededor del 4:30. EL cuerpo de momento me respeta aunque no vaya fresco.
Sera va tenso, no habla ni hace bromas ni se presenta a medio Sevilla. No parece nuestro Sera¡¡¡ Denota que va a ir a por todas. Eso me gusta, pero ya voy afrontando que en breve el tirará y yo me quedaré. Pero hasta ese momento nos vamos animando mutuamente y voy controlando el reloj para no irnos por arriba ni por abajo en el crono. Todo bajo control, con dolores y sin frescura pero llevo todo bajo control, exprimiéndome pero sin sufrir en exceso. Y el que sea llano ayuda una auténtica barbaridad. Pasa el 5K y el 10K y los dolores no se van. Ya tengo claro que va a tocar sufrir, lo que no se sabe es cuánto. Esta carrera la tengo que correr con la cabeza. Eso me hará llegar al final. Los entrenos harán el resto.
En el 16k subidón, vemos a todos los amigos que nos han ido a animar y me invade una alegría inmensa. Beso a mi mujer que me da un subidón anímico y aceleró para coger a Sera, me doy cuenta que ya está Jero con nosotros. Jero nos habla y nos va contando la carrera. Nos hace de liebre, pero además de psicólogo y en mi caso de paraviento. Nuestra diferencia de tamaño hace que me pueda “esconder” detrás de él. Pasa él a controlar los tiempos, se pone delante de mío y le cojo la rueda. Y me convierto en la rata del Guadalquivir, cojo el rebufo y dejo que me lleven entre los dos mientras me van dando ánimos y preparando para todos los baches, curvas y rectas que tiene la carrera. Pero es que entre Sera y Jero se saben hasta las motas de polvo¡¡¡¡ En el camino nos hacemos compañeros de fatiga de un salmantino muy majo. Que además, si no recuerdo mal, hacía de globo en otras maratones.
Pasamos el estadio de Betis y primer mazazo, ver a Rober Villas en un punto de avituallamiento parado. La verdad es que ver a un compañero parado no da buen rollo. En esos momentos pensé que había recaído en la lesión y que tenía que abandonar y lo comentamos Jero y yo. (En la comida posterior, hablando con él, me contó lo sucedido y menos mal que no hubo lesión)
No sé en qué kilómetro, pasado el 21 pero antes del 27, les pido a los compañeros de fatigas que relajen un poco. Van ligeramente fuertes y noto que me tengo que esforzar y aún queda mucha carrera. En el 27 Sera decide salir y empezar a correr. Yo me siento aliviado, me sentía culpable de ir frenándole. Me quedo con Jero y el compi salmantino que llevaba varios km con nosotros. Empiezo a notar las piernas tensas por el km 32,pero eso no es lo peor de este kilómetro. En ese kilómetro nos encontramos a Kike andando y le decimos que se enganche. Nos cuenta que se ha puesto muy malo y que ha tenido que parar, yo me quedo flipando. No entiendo nada y me da un escalofrío el cuerpo. Adelanto el último gel del 35 al 34 para ver si me recupera. Empezamos a entrar en la plaza de España y tengo que hacer un análisis profundo porque veo que estoy “chopped total”. Los cuádriceps se me han quedado rígidos y cualquier rastro de frescura es un espejismo. Relajo definitivamente para irme recuperando. Sé que aunque quedan unos km lo tengo en el bolsillo, y es el momento de cumplir mi objetivo de que no se me vaya la cabeza. Jero me anima diciéndome que ya solo me queda “un laguito” y que está hecho, jejejeje. Nos esperan otro grupo de amigos que nos animan, pero voy tan concentrado y extenuado que tengo vagos recuerdos de los saludos y los ánimos. Empezamos a ir por el centro y mantengo el ritmo mermado que me he marcado. No quiero mirar el reloj, sé que he hundido el ritmo pero no quiero sugestionarme y darme un calentón innecesario. Jero se despide dándome ánimos y le digo que lo tengo hecho. Yo sabía en mi interior que lo tenía hecho. Si hay que bajar a CCL o XXCCL, se baja y acabo al trantran, pero a mí no me va a impedir nadie llegar a la Cartuja. Pensamientos positivos a tope para seguir moviendo las piernas. Tengo un gel extra para una emergencia, pero evalúo y decido no tomármelo, las piernas van fritas y a lo mejor un último chute lo que me da es dolor de tripa o similar, y cualquier situación imprevista resta posibilidades de llegar a meta, así que no hay que hacer experimentos. Posteriormente vi en casa que en este tramo bajo el crono del entorno de 40 seg/km. Eso debió ser el tramo del 39K aprox. Dos hechos que hubo que dominar para que la carrera no acabase en desastre acontecieron también allá por el 39K. El primero un corredor que me empuja y casi me tira, le grito y casi damos al traste con todo. Parece mentira que en el kilómetro 39 aún pueda pasar algo de este estilo, pero por desgracia pasa. Y el segundo y más grave, Kike me dice que va mareado. Intento razonar con él para que pare, pero las ganas de llegar a la meta le pueden. Entre mi cansancio y nuestra mutua incapacidad de entendernos me frusto ya que en mi mente le están pasando mil cosas y ninguna buena. Me dice que aguanta hasta que vea a las chicas que nos van a animar en el puente de la Cartuja. Prefiero ni pensarlo, tenemos los nervios a flor de piel y la cabeza bastante mermada así que sigo. Llega el 40.5 y en el puente de la Cartuja vemos a las chicas. Subidón moral total, pero no anímico, el cuerpo está reventado, beso a mi mujer y a seguir. En cuanto veo el siguiente aprovisionamiento me tiro a por el agua pero sobre todo a por el aquarius. Pasado el aprovisionamiento tengo claro que no debe quedar mucho, pero pienso que me harán dar la vuelta al estadio antes de entrar, así que mantengo el ritmo. Cuando me doy cuenta estoy entrando directo al estadio, lo tengo hecho. Cuidado con la primera parte ya que está a oscuras y no quiero una caída, aunque es cuesta abajo no acelero ni me dejo llevar. En el tartán del estadio empiezo a ver a la gente acelerar nada más pisarlo, yo mantengo la cabeza. Es casi una vuelta y no estoy para excesos. Espero mi momento. Y el momento llega, tartan azúl, la recta final. Es mi momento, miro al público y les señalo, hago unos aspavientos y después de un giro de brazo apunto a la meta.
Moi entrando en meta
Acelero y hago mi consabido sprint final. (3:41 de velocidad punta según el crono). Cruzo la meta y empiezo a buscar a Sera. Trabajo hecho pero es hora de ir a compartirlo con el compañero de fatigas y entrenos. De hecho me acuerdo que ni he mirado el crono en el que he cruzado la meta y tampoco he parado el crono. Lo paro y veo en mi crono 3h 16min 10seg. Media de 4:34. Me he ido 4 décimas de segundo, pero no me importa nada. Estoy feliz, mientras voy buscando a Sera vienen a ponerme un plástico para no quedarme frio, me hacen una foto y ya en mitad de la foto oigo que Sera me llama. Abrazo con el compañero de carrera y nos vamos a que nos hagan una foto juntos.
Moi y Sera felices
Aunque físicamente no lo hemos podido acabar juntos es como si lo hubiéramos hecho. Vamos viendo cómo van llegando el resto de los compañeros, recogen la ropa del ropero, y empezamos a hablar. Chema “el salvador” me deja parte de su ropa ya que empiezo a notar frio. Llegan las super animadoras y esperamos en el césped a estar todos para irnos. Pero mi mente pasa todo ese tiempo ausente, ya estoy rehaciendo la carrera en mi mente, buscando los fallos y los aciertos. Tengo ganas de más. Empezamos a pensar en el próximo reto, pero eso, ya es otra historia….
Moisés Gismero